Cuando hablamos del rubro inmobiliario es común escuchar el nombre de grandes gurús que mediante conferencias comparten su basta experiencia y técnicas de éxito en bienes raíces, en su gran mayoría a nivel mundial estos mentores son hombres. Pero quién dijo que las mujeres no pueden ser también expertas en bienes raíces, tener grandes técnicas y conocimiento que compartir. Jenny Barrera es un claro ejemplo de que las mujeres tienen mucho que aportar en diferentes ámbitos y sobre todo en los negocios, con su alto nivel de disciplina, organización y responsabilidad.
La historia de éxito de Jenny comienza desde su infancia, en su familia era llamada: “la oveja negra”, siempre con ideas disruptivas, llena de creatividad, energía y ganas de hacer siempre cosas nuevas, era considerada por sus padres y familiares una niña, adolescente y joven muy distinta a sus similares. Ella nos cuenta como siente que ser “la oveja negra” nunca fue algo negativo, por el contrario sabe que por ese motivo el día de hoy se ha convertido en un referente de liderazgo y conocimiento en el rubro inmobiliario.
Hija de padres modestos, su papá se dedicaba a la mecánica de aviones y su mamá era secretaria, siendo la hija mayor en su familia, Jenny, siempre sintió implícita la obligación de apoyar a sus padres en el cuidado de sus hermanos menores y esto tomó verdadera relevancia cuando a sus quince años su madre migró a la Argentina para poder apoyar económicamente al éxito de su familia desde el extranjero. Jenny se llenó de valor y empezó a madurar a una temprana edad con el objetivo de ser en su familia un soporte para sus padres y sobre todo sus hermanos.
La importancia de tener estudios profesionales y una carrera universitaria cobraron relevancia en su vida. Inicia sus estudios en la facultad de comunicaciones de la Universidad San Martín de Porres, siguiendo esa vena creativa que la hacía ser “la oveja negra” de la familia. Estos planes no resultaron como Jenny pensó y terminó convalidando cursos en la carrera de Administración de empresas de la Universidad Garcilazo de la Vega, debido a temas económicos que enfrentaba su familia. Esta etapa en su vida dejó una enseñanza sin precedentes que hoy en día predica a sus colegas “el tiempo vale más que el dinero”. Jenny a sus dieciocho años tuvo que salir de su hogar y mudarse al lado de la universidad para evitar largos viajes transportándose y logrando así aprovechar de mejor manera el tiempo.
